"Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue."
El libro de Juan es un buenísimo tratado teológico del Nuevo Testamento, no solo porque en reiteradas ocasiones Juan nos confronta con la Divinidad del Hijo de Dios, sino que también nos muestra buenos relatos de como el Señor también tuvo misericordia de aquellos a quienes los judíos antiguos consideraban no dignos de la Salvación.
Si usted lee en el capítulo tres por ejemplo se encuentra un maestro de la ley: Nicodemo; mientras que el cuatro hay una conversación con una mujer samaritana que también invita a muchos hombres de su ciudad a escuchar las palabras del maestro. Pero también en los versículos 46 al 54 un oficial del rey viene a él buscando una respuesta a su necesidad.
Leamos: “Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.” (Juan 4: 46 al 54. RVR1960).
Es evidente que la necesidad es muy urgente: “Su hijo está enfermo y a punto de morir”. Él camino alrededor de 25 a 30 Km de distancia para encontrarse con Jesús, además de ser alguien con vinculación al servicio del rey Herodes Antipas quien era el tetrarca de Galilea.
De este hombre que no se le menciona su nombre hay cuatro enseñanzas que debemos considerar:
Cuando estamos enfermos de gravedad, cuando tenemos problemas y nuestras necesidades nos ahogan, al único que siempre acudimos es a Jesucristo.
Pablo cuando se encontró con el Señor camino a Damasco estaba muy orgulloso de su vida como judío y era muy celoso de su tradición. Pero no necesito un debate con Jesús para entender que él era el Cristo, poco después que se dijo: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? El pregunto quién era y entendiendo que se trataba del Hijo de Dios inmediatamente contesto: “Señor, ¿Qué quieres que yo haga?” (Lea Hechos 9:5 al 6). No tenga miedo en dejar su orgullo cuando a quien le estamos necesitando se trata de Dios.
Este hombre nos enseña cuando estamos buscando la ayuda del maestro debemos tomarnos muy en serio la situación para que él nos ayude. Pero si ni nosotros mismos nos tomamos en serio nuestras circunstancias ¿Por qué tiene que hacerlo el Hijo de Dios?
La prueba del cristiano es mantenerse firme. Aun cuando parece que no hay una respuesta favorable a lo que estamos pidiendo.
La fe puede crecer o podemos descuidarla. Pablo exhorto al joven Timoteo que “guardara su fe” esto en el sentido que la preservara y la cuidara (1 de Timoteo 1:19).
Uno debe creer que las palabras de Dios son 200% ciertas. Y hoy la tenemos en nuestros hogares y solo necesitamos leerla y CREER en ellas.
Este hombre no solo recibió la buena noticia, sobre que su hijo ya estaba mejor. Sino que también creyó junto con su familia. Aquí hay otra lección: La dignidad de la vida no se encuentra en lo que uno tiene o a donde ha podido llegar. Sino que se encuentra cuando permite que el Señor entre a nuestras vidas. Una vida digna solo es posible con Jesús. Y esto es algo que muchos no entenderán en estos momentos pero con el pasar de los años veremos los resultados.
Cielo y tierra pasarán (2 de Pedro 3: 10).
Pero lo único que podremos preservar hasta el día postrero es nuestra vida cristiana y ser hallados “buenos siervos”.
Es nuestra oración que juntamos podamos acercarnos al Señor, mantenernos firmes, mantener la fe y entregar nuestra vida completa a él. Y sobre todo compartirlo con otros.
¡Dios le bendiga!